Con el sí en minúscula de José Manuel y la familia Rollán, en aquella mañana provechosa del soleado otoño madrileño, nuestra primera quedada fue en el bar Cal Mingo de Molins de Rei. Desde que llegara a la Residencia Blume en 1986 hasta que regresara a Madrid en 2004, Jesús formó otra familia alrededor del balón amarillo y, sin duda, su hermano catalán era Sergi Pedrerol. Compañeros en el agua en el CN Catalunya y en la Selección y colegas fuera de ella, hacían pellas de BUP y COU y vivían la vida a toda velocidad. Sergi nos podía empezar a colorear la fotografía completa de la vida de nuestro protagonista, de su aterrizaje en el waterpolo catalán a su decisión de internarse en La Garriga en otoño de 2005, de todos sus éxitos y fracasos, de sus ángeles y demonios.
Hablar de Pedrerol era y es hablar de Molins de Rei. Fue allí donde descubrió el cloro, donde formó una familia y donde reside actualmente. El campeón olímpico es el director deportivo del club de waterpolo, aunque no le guste especialmente lucir su palmarés. Es un clásico verlo en los bares junto a la piscina tomando café con los empleados. Es lo que tiene la calle Esperanto de Molins, donde se junta el campo de fútbol, la piscina, la panadería Amelia y Cal Mingo, el bar por excelencia de los ‘esmorzars de forquilla’, un micromundo que une a abuelos y nietos.
Era finales de noviembre cuando entramos en el Mingo, aquel lugar que te transporta a otra época, donde lo importante es la compañía y el contenido del plato. El hijo heredó el exitoso negocio de su padre, que funciona tan bien que solo abre por las mañanas porque la clientela es habitual y no hay mayores pretensiones. Todavía quedan negocios familiares y austeros, sencillos y funcionales. En una de esas mesas en las que pasé algunos momentos de mi infancia cuando era un niño más de aquel club de fútbol, nos esperaba Sergi Pedrerol.
Entrevistar a un deportista ya retirado suele ser un trabajo muy agradecido. No hay necesidad de tópicos, de ocultar información, de evitar escándalos especialmente en los tiempos que corren donde un buen titular justifica todos los medios para garantiza los máximos clicks, parafraseando a Maquiavelo. Pero con Pedrerol no lo íbamos a tener tan fácil, iba a ser una cocción a fuego lento.
No es fácil hablar de la vida de los demás, aunque esa persona ya no exista. Menos lo es cuando hay asuntos tan delicados por los que nuestro primero entrevistado pasó de puntillas, como las drogas, la infanta o los problemas mentales y depresivos de Jesús en su última etapa. Nos encontramos ante un pequeño muro en las entrevistas, con el que chocaríamos especialmente al comienzo, y es la complicidad entre los que preguntan y los que respondan. Pedrerol nos ofreció nuevos personajes, nos dio bastante información, pero no la suficiente. No era quizás el momento. Sabíamos que deberíamos regresar más veces a Cal Mingo. Nosotros encantados.
@super_martinez
La foto es del instagram de Sergi