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Miki Oca, silencios y lágrimas
La conversación con el seleccionador sobre Jesús Rollán fue la más enriquecedora y dura en toda la producción de 'Eterno Rollán'
Sentados en aquella mesita de la cafetería del CAR, Miki Oca nos habló como nunca lo haría. Un personaje como él, acostumbrado a medir cada sílaba, nos regaló aquel día su historia, una historia que tenía muchos, demasiados puntos de conexión con la de Jesús Rollán, aunque con un final muy distinto.
Por fidelidad a la persona, por respeto y por la confianza que nos depositó (y deposita cada día en nosotros desde entonces), no voy a reproducir la conversación. Apuntaré que se nos saltaron las lágrimas, en una conversación que fue una confesión, que no sé si duró unos minutos o unas horas, que apenas fuimos incapaces de interrumpirle para preguntarle nada más, porque su discurso fue tan franco que nos ha servido para conocerle mejor y también para poder desentrañar qué le podía pasar por la cabeza de Jesús.
De aquella conversación, que nunca olvidaré, aprendimos muchas cosas. En ‘Eterno Rollán’ utilizamos el recurso de la técnica del anclaje para poner en valor los grandes momentos y recordarlos ante situaciones de máximo peligro. Fue en este párrafo:
Miki Oca puso el 3-2, un gol que le cambió la vida, aunque en aquel momento no lo supo. Aquel tanto le sirvió en el futuro como punto de anclaje para visualizar la imagen del éxito, la de su mejor momento como jugador, una idea a la que recurrió en sus peores días y que aún hoy le inspira. La icónica imagen de Miki Oca abriendo los brazos y animando a sus compañeros le salvó en los días en que su luz también estuvo muy cerca de apagarse.
Miki Oca es un luchador y ese carácter le ha servido para superar sus miedos, reinventarse y también para llevar a lo más alto a un equipo femenino que ha prolongado sus éxitos en la última década. Si no lo conoces, puede parecer distante, pero es de esas personas que si eres capaz de entrar en su círculo de confianza, puedes empezar a comprender el poder del genio.
Siempre he pensado que Miki tiene un libro, porque es un personaje poliédrico. Cuando abandonó las piscinas, se acercó al 'glamour' de las pasarelas y del cine, era asiduo del papel 'couché', y su vida transcurría entre París y Nueva York y gastaba una fortuna en llamadas de móvil.
Vivir tantas vidas le han hecho tener una perspectiva diferente y después ha extrapolado todas las enseñanzas en beneficio de la selección de waterpolo, donde ha utilizado técnicas de arte dramático para cohesionar el grupo…
Como véis, hemos hablado mucho de Miki y poco sobre lo que nos dijo. Me quedo con el brillo de sus ojos y con una frase: “A Jesús siempre lo tengo en la cabeza”.
@pacoavila